domingo, 9 de marzo de 2008

APRENDIENDO A SER TU PROPIO AMIGO.


EL AMIGO MAS FIEL
Empieza a compartir tu vida con alguien, solo cuando hayas aprendido a no necesitar a nadie para ser feliz (Abel))

UNO TIENE que ir a través de este infierno. Hay que experimentar ambos, el infierno de vivir con una mujer y el infierno de vivir sin una mujer. Y esto no sólo es verdad acerca de las mujeres, también es absolutamente verdad acerca de los hombres. Es aplicable de los dos modos, es una espada de doble filo.
Las mujeres también están cansadas de vivir con los hombres y también están frustradas cuando tienen que vivir solas.
Es uno de los dilemas humanos fundamentales; tiene que ser entendido. No puedes vivir sin una mujer porque no sabes vivir contigo mismo. No eres suficientemente meditativo.
La meditación es el arte de vivir contigo mismo. No es nada más que eso, simplemente eso: el arte de vivir dichosamente solo. Un meditador puede sentarse dichosamente en soledad durante meses, durante años. No suspira por el otro porque su propio éxtasis interno es tan grande, tan poderoso que, ¿a quién le preocupa el otro? Si el otro entra en su vida no es una necesidad, es un lujo. Y yo estoy totalmente a favor del lujo, porque lujo significa que lo puedes disfrutar cuando está, y lo puedes disfrutar cuando no está. La necesidad es un fenómeno complicado. Por ejemplo, el pan y la mantequilla son necesidades, pero las flores en el jardín son un lujo. Puedes vivir sin flores, no morirás, pero no puedes vivir sin pan y mantequilla.
Para la persona que no puede vivir consigo mismo, el otro es una necesidad, una absoluta necesidad, porque siempre que está solo, se aburre de sí mismo; se aburre tanto que quiere estar ocupado con otra persona.
Al ser una necesidad se convierte en una dependencia, tienes que depender del otro.
Y como se convierte en una dependencia, te rebelas, te resistes, porque es una esclavitud. La dependencia es un tipo de esclavitud, y nadie quiere ser un esclavo.
Te encuentras con una mujer; no eres capaz de vivir solo. Esta mujer tampoco es capaz de vivir sola, por eso se encuentra contigo; de otra forma no habría necesidad.
Los dos están aburridos de ellos mismos y los dos están pensando que el otro les ayudará a librarse del aburrimiento.
Sí, al principio así parece, pero sólo al principio. Cuando deciden vivir juntos, pronto ven que el aburrimiento no ha desaparecido; no sólo se ha doblado sino que se ha multiplicado.
En un principio estaban aburridos de ellos mismos, ahora están aburridos del otro también; porque cuanto más cerca estás del otro, cuanto más le conoces, más se convierte casi en parte de ti. Por eso, cuando ves a una pareja aburrida que pasa a tu lado, puedes estar seguro de que están casados. Si no están aburridos, puedes estar seguro de que no están casados. Ese hombre debe estar paseando con la mujer de otro, por eso hay tanta alegría.
Cuando estás enamorado, cuando todavía no has persuadido a la mujer de que estéis juntos para siempre, y la mujer no te ha persuadido a ti, ambos fingís gran alegría. Y algo de todo esto también es verdad por la esperanza de «¿quién sabe, tal vez me libre de mi aburrimiento, mi angustia, mi ansiedad, mi soledad. Esta mujer podría ayudarme». Y la mujer también tiene esta esperanza. Pero una vez que estáis juntos la esperanza pronto
desaparece, la desesperación se asienta. Ahora estáis aburridos y el problema se ha multiplicado. Y ahora, ¿cómo te libras de esta mujer?
Como no eres meditativo necesitas a otros para mantenerte ocupado. Y como no eres meditativo tampoco eres capaz de amar, porque el amor es una alegría desbordante. Estás aburrido de ti mismo; ¿qué tienes para compartir con el otro? Por eso, estar con el otro también se convierte en un infierno.

En ese sentido Jean-Paul Sartre tiene razón cuando dice «el otro es un infierno». El otro en realidad no es un infierno, sólo lo parece. El infierno está dentro de ti, en tu falta de meditación, en tu incapacidad para estar solo y extático. Ahora el uno se lanza al cuello del otro, continuamente tratando de arrebatarse mutuamente algo de felicidad. Ambos están haciendo lo mismo y ambos son mendigos.
He oído contar...


Un psicoanalista se encuentra con otro psicoanalista en la calle. El primero le dice al segundo:
-Tienes buen aspecto. ¿Cómo me encuentras a mí?


Nadie sabe de sí mismo, nadie está familiarizado consigo mismo. Sólo podemos ver el rostro de los demás. Una mujer es muy hermosa, un hombre es muy hermoso, sonriendo, son todo sonrisas. Nosotros no conocemos su angustia. Quizá todas esas sonrisas sólo sean fachadas para engañar a los demás y engañarse a sí mismos. Quizá detrás de esas sonrisas haya muchas lágrimas. Puede que tenga miedo de que si no sonríe se vaya a echar a llorar. Cuando ves al otro, simplemente ves el exterior, te enamoras del exterior. Pero cuando te vas acercando pronto te das cuenta de que las profundidades internas de la otra persona son tan oscuras como las tuyas. Es un mendigo igual que tú. Ahora hay..., dos mendigos mendigando el uno del otro. Entonces se convierte en un infierno.
Sí, tienes razón: «Las mujeres; es un infierno vivir con ellas, y un infierno vivir sin ellas.»
No es, en absoluto, una cuestión de mujeres o de hombres; es una cuestión de meditación y de amor. La meditación es la fuente de la que emana y de la que comienza a desbordar la dicha. Si tienes suficiente dicha para compartir sólo entonces estarás contento con tu amor. Si no tienes suficiente dicha para compartir, tu amor te va a dejar cansado, exhausto, aburrido. Por eso siempre que estás con una mujer estás aburrido y quieres librarte de ella, y siempre que estás solo te aburres de ti mismo, quieres librarte de tu soledad, y vas y buscas una mujer. ¡Es un círculo vicioso! Puedes seguir moviéndote como un péndulo de un extremo al otro durante toda tu vida.
Date cuenta de cuál es el problema real. El problema real no tiene nada que ver con el hombre o la mujer. El problema real tiene que ver con la meditación y el florecimiento de esa meditación en el amor, en la dicha, en el éxtasis.
Primero medita, sé extático; entonces habrá, espontáneamente, mucho amor. Entonces estar con otros y estar solo también es hermoso. Entonces, además, es sencillo. No dependes de los demás y no haces que los demás dependan de ti. Entonces es siempre una amistad, una cordialidad. Nunca se convierte en un parentesco, siempre es una relación. Te relacionas, pero no creas un matrimonio. El matrimonio surge del miedo; la relación surge del amor.
Te relacionas; mientras todo va bien, compartes. Y si ves que ha llegado el momento de partir porque vuestros caminos se separan en este cruce, te despides con una gran gratitud por todo lo que el otro ha sido para ti, por todas las alegrías, todos los placeres y todos los momentos hermosos que has compartido con el otro. Sin tristeza, sin dolor, simplemente te separas.
Nadie puede garantizar que dos personas serán felices estando juntos para siempre, porque la gente cambia. Cuando te encuentras con una mujer ella es una persona, tú eres otra persona. Después de diez años tú serás otra persona, ella será otra persona diferente. Es como un río: el agua está fluyendo continuamente. La gente que se enamora ya no está allí, ninguno de los dos está allí. Ahora puedes seguir agarrándote a una determinada promesa que te hizo otra persona diferente; pero tú no la has hecho.
Un auténtico hombre de comprensión nunca hace promesas para el mañana, sólo puede decir: «Por ahora.» Un hombre realmente sincero no puede prometer en absoluto. ¿Cómo puede prometer? ¿Quién conoce el mañana? Puede que haya un mañana o puede que no. En el día de mañana: «No será lo mismo, tú no serás el mismo.» En el día de mañana: «Quizá encuentres a alguien con quien encajes más profundamente, quizá yo encuentre a alguien con quien podría estar más en armonía.» El mundo es amplio. ¿Por qué agotarlo hoy? Mantén las puertas abiertas, mantén las alternativas abiertas.
Estoy en contra del matrimonio. El matrimonio crea problemas. El matrimonio se ha vuelto horrible porque obliga a las personas a ser falsas: han cambiado, aunque siguen fingiendo que son los mismos.


Un anciano de ochenta años de edad estaba celebrando el cincuenta aniversario de su boda con su esposa, que tenía setenta y cinco. Volvieron al mismo hotel y al mismo enclave de montaña donde habían pasado su luna de miel. ¡La nostalgia! Ahora él tenía ochenta años, ella setenta y cinco. Hicieron una reserva en el mismo hotel y pidieron la misma habitación que la última vez. Estaban intentando revivir esos hermosos días de hacía cincuenta años.
Cuando se fueron a dormir la mujer dijo:
-¿Te has olvidado? ¿No vas a besarme de la misma manera que me besaste la noche de nuestra luna de miel?
El anciano dijo:
-De acuerdo -y se levantó.
La mujer le preguntó:
-¿Adónde vas?
Él dijo:
-Voy al baño a por mi dentadura.


Todo ha cambiado. En estas circunstancias este beso sin dientes o con dientes postizos no va a ser el mismo beso. Pero el hombre dice: «De acuerdo.» El viaje ha debido de ser agotador, y para un anciano de ochenta años.... Pero la gente sigue comportándose como si fueran los mismos.
Muy pocas personas crecen de verdad, incluso aunque envejezcan no están creciendo. Envejecer no es crecer. La auténtica madurez llega a través de la meditación.
Aprende a ser silencioso, pacífico, aquietado. Aprende a ser una no mente. Este tiene que ser el principio. Antes de esto no se puede hacer nada y después de esto, todo se vuelve más fácil. Cuando te encuentras a ti mismo completamente feliz y extático, entonces aunque empiece la tercera guerra mundial y el mundo entero desaparezca dejándote solo, no te afectará. Seguirás sentado debajo de un árbol haciendo vipassana.
El día en el que ese momento llegue a tu vida podrás compartir tu dicha. Ahora serás capaz de dar amor. Antes de eso sólo habrá sufrimiento, esperanzas y frustraciones, deseos y fracasos, sueños..., y te llenarás las manos y la boca de polvo. Sé consciente, no malgastes tu tiempo. Cuanto antes empieces a vibrar en la no mente, mejor. Entonces pueden florecer en ti muchas cosas: el amor, la creatividad, la espontaneidad, la alegría, la oración, la gratitud, Dios.
OSHO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenííííííísimo!